Claves para reconocer y tratar los vértigos, grandes desconocidos casi siempre inocuos, pero con gran impacto en la calidad de vida
Sus síntomas, producidos por una alteración en el sistema vestibular, se asocian a una mayor frecuencia de absentismo laboral y consultas médicas
- Los vértigos suelen durar varios segundos durante unos días y luego desaparecen; sin embargo, existen algunas enfermedades, como el Síndrome de Ménière, que causan vértigos intermitentes a lo largo de la vida del paciente y limitan su actividad normal en periodos de mayor intensidad
- Los casos más comunes tienen una duración puntual, pero si estos síntomas persisten en el tiempo o son intensos, el paciente debe acudir a un especialista o, incluso, si se trata de una crisis muy aguda, a Urgencias
- Para los vértigos que proceden del oído interno hay distintas estrategias terapéuticas, siendo la mayoría de ellas farmacológicas, en función de la intensidad de los síntomas: cuando son agudos, se llegan a prescribir fármacos sedantes que sirven para corregir el síntoma, más que la enfermedad
El vértigo es una sensación muy molesta de movimiento, ya sea del entorno o de uno mismo, que no es real y puede estar acompañada de náuseas, desorientación, dificultad en la marcha o sensación de desmayo inminente. A pesar de que se confunde con cierta facilidad con un mareo, se trata de un síntoma que se produce debido a una alteración en el sistema vestibular, situado en el oído interno y que controla el equilibrio, con una importante una prevalencia e impacto en la calidad de vida, y una mayor frecuencia de absentismo laboral y consultas médicas. Tanto es así que el Dr. Luis Cubillos, especialista del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Universitario General de Villalba, perteneciente a la red sanitaria pública de la Comunidad de Madrid, lo sitúa como el tercer motivo de consulta en Atención Primaria.
"Los vértigos son un síntoma. Pueden ser del oído interno, benignos, aunque incómodos; o una manifestación de un ictus o de algunas alteraciones neurológicas graves", señala el Dr. Cubillos, quien explica que, de manera generalizada, suelen durar varios segundos durante unos días y luego desaparecen. Sin embargo, existen algunas enfermedades, como el síndrome de Ménière, que causan vértigos intermitentes a lo largo de la vida del paciente y limitan su actividad normal en periodos de mayor intensidad.
Aunque la mayoría de los vértigos son de sintomatología leve y no revisten gravedad, se trata de una sensación bastante molesta entre los pacientes, por lo que constituyen un motivo muy frecuente de consulta. "Los casos más comunes que encontramos los profesionales sanitarios tienen una duración puntual, pero es importante dejar claro que, si estos síntomas persisten en el tiempo o son intensos, el paciente debe acudir a un especialista o, incluso, si se trata de una crisis muy aguda, a Urgencias", manifiesta el especialista.
Estrategias de abordaje
A la hora de actuar frente a ellos, el otorrinolaringólogo recomienda atender al sentido común y valorar la intensidad de los mismos. "Hay vértigos que son muy intensos, con los que hay que tener cuidado y, entre otras cosas, por ejemplo, no conducir ni utilizar maquinaria pesada", apunta.
En cuanto al tratamiento, indica que para los vértigos que proceden del oído interno hay distintas estrategias, siendo farmacológicos la mayoría de los tratamientos, en función de la intensidad de los síntomas: "Cuando son agudos, se llegan a prescribir fármacos sedantes que sirven para corregir el síntoma, más que la enfermedad, y evitar así sensaciones como ‘el movimiento’ de la habitación en la que nos encontramos o la pérdida de equilibrio".
Los datos señalan que la mayoría de los vértigos se desarrollan a lo largo de la vida de las personas y, en el 75 por ciento de los casos, simplemente se pasan y desaparecen. En este sentido, el Dr. Cubillos sostiene que, aunque existen, los vértigos de nacimiento son muy poco frecuentes, y lo habitual es que los síntomas se desarrollen en la edad media de la vida, a partir de los 40 años, no interviniendo factores de riesgo claros como la hipertensión o el colesterol.