Arranca la Escuela Madrileña de Salud Digital con la primera aula virtual en directo sobre el miedo y dudas sobre las vacunas
El Dr. Roi Piñeiro, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital General de Villalba, impartió esta primera charla
- Tiempo para escuchar, respeto, empatía, paciencia, confianza y buena información son indispensables para convencer a los padres de los beneficios de la vacunación
- El ponente enumeró los argumentos esgrimidos por los "vacunofóbicos" explicando las razones por las que no son válidos
"Puedo entender perfectamente que una familia tenga dudas sobre las vacunas. Creo que el deber del personal sanitario es solucionarlas y desmontar los principales mitos de salud", asegura el Dr. Roi Piñeiro, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital General de Villalba, perteneciente a la red sanitaria pública de la Comunidad de Madrid. Él ha sido el encargado de dirigir la primera aula virtual en directo en la Escuela Madrileña de Salud, en la que los asistentes conocieron las novedades del calendario vacunal en España e identificaron y analizaron los principales bulos relacionados con las vacunas.
Cuando una familia plantea dudas sobre la vacunación de su hijo, los profesionales sanitarios no han de enfadarse ni responder a la defensiva, sino que, como señala el Dr. Piñeiro, autor del libro ¿Eres vacunofóbico? Dime, te escucho, "deben intentar comprender los motivos por los que los padres deciden no vacunar y luego tratar de convencerles con la mayor información posible de que lo mejor sería lo contrario".
Una estrategia en la que el tiempo para escuchar, el respeto, la empatía, la paciencia, la confianza y la buena información son claves indispensables para convencer a los padres de los beneficios de la vacunación, según el especialista, que apunta en positivo que, "en España tan solo el 3 por ciento de los niños está sin vacunar, un porcentaje bajo del que debemos estar orgullosos y que, en gran medida, se debe a la implicación de la Atención Primaria, que lleva a cabo esta labor de informar y educar", indica el especialista.
Principales argumentos vacunofóbicos
Existen diferentes motivos por los que las familias pueden tener miedo y decidir no vacunar a sus hijos. El principal es el mercurio de las vacunas. "Prácticamente el 95 por ciento de las familias a las que he asesorado me lo han mencionado", relata el pediatra, que recuerda, sin embargo, que desde hace más de diez años las vacunas no llevan mercurio. En cualquier caso, "ningún estudio científico ha demostrado que el mercurio que contenían las vacunas pudiera producir alguna enfermedad". "El mercurio es tóxico, pero todo depende de la dosis", asevera.
El segundo bulo es el miedo a desarrollar enfermedades y, entre ellas, el autismo. Una creencia extendida tras un artículo publicado en The Lancet en 1998 por Andrew J. Wakefield en el que se afirmaba que la triple vírica producía este trastorno del desarrollo, y del que posteriormente la publicación se retractó. Y es que el autismo comienza a desarrollarse en el segundo trimestre de la gestación, cuando no hay ninguna vacuna administrada (lo que suele coincidir con el momento de la citada vacuna es la aparición de los síntomas). Por tanto, es una relación que tampoco existe.
"Las propias asociaciones de niños con trastorno del espectro autista son las primeras en negar esta relación", argumenta el Dr. Piñeiro, apuntando que, "en cualquier patología o problema que aparezca de los 2 a los 18 meses, cuando se ponen las vacunas, siempre se podría establecer una relación temporal con las mismas, pero hay que ver si esa relación es casual o causal". Y es que, insiste, "nunca se ha demostrado una relación directa entre una enfermedad y las vacunas".
Otro argumento "vacunofóbico" es el aluminio, presente en numerosos alimentos, incluso en la propia lactancia materna, y necesario para que la vacunación sea efectiva. "Ningún estudio demuestra que el aluminio que contienen las vacunas pueda producir toxicidad en los niños", arguye de nuevo. En esta misma línea también se encuentran los conservantes, sustancias que, en estos productos, como en algunos alimentos, son elementales para su conservación.
Asimismo, algunos padres creen que las mejoras de las condiciones higiénicas en el primer mundo son las que realmente han disminuido el número de enfermedades infecciosas en la infancia. Al respecto, señala el experto, "con la higiene disminuyen las enfermedades, con las vacunas quedan prácticamente erradicadas, con uno o dos casos por año". "Esa es la diferencia entre las medidas higiénicas y las vacunas: ninguna de las dos se anula entre sí, sino que son medidas complementarias", añade.
Ciertas personas apuntan al amor por lo natural y el consiguiente miedo a la química, y aseguran que con la protección que brinda la lactancia materna el niño está protegido por los anticuerpos de la madre, y por tanto no puede tener infecciones. "Los niños alimentados con el pecho están más protegidos, pero la lactancia materna no sustituye a las vacunas. Si así fuera, no podríamos lamentar ninguna enfermedad ni pérdida humana en ningún lactante", indica el Dr. Piñeiro.
También se da la creencia extendida de que existe una inmunidad de grupo y de que las personas cercanas bien vacunadas no pueden transmitir infecciones. Sin embargo, los movimientos migratorios son constantes y las fronteras prácticamente ya no existen. "Tu hijo corre menos peligro en España que viviera en África, pero no te confíes: no por eso está seguro", argumenta.
La anafilaxia es una reacción alérgica grave que desencadena una severa dificultad respiratoria que puede producir la muerte si no es tratada a tiempo. "Hay familias que no quieren vacunar a sus hijos porque están sanos, y no aceptan correr el riesgo de una reacción alérgica grave por protegerse de una enfermedad de la que nunca han oído hablar", dice. Pero este riesgo no es único de las vacunas, puede originarse con cualquier medicamento o sustancia presente en alimentos, objetos, etc. "Hay un riesgo entre un millón de que una vacuna produzca reacción anafiláctica -apunta-, por eso se recomienda que los 20-30 minutos posteriores a su administración -tiempo medio para que aparezca una reacción alérgica-, el niño permanezca cerca del centro de salud".
Para finalizar, el Dr. Piñeiro señala que hay familias que no ponen vacunas por insumisión, cuando estas son obligatorias, o por motivos de creencias. "Por ello, la obligatoriedad de la vacunación no generaría confianza en las vacunas", añade.
El Hospital General de Villalba cuenta con una Consulta de Asesoramiento en Vacunas en la que el pediatra escucha y aconseja a los padres con dudas sobre la inmunización de sus hijos. Desde su puesta en marcha en 2014, un 90 por ciento de los padres que han pasado por este servicio se decide por la vacunación de sus pequeños -el 40 por ciento, completa, y el 60 por ciento, parcial-, frente a un 10 por ciento sigue sin vacunarlos tras visitarlo. Por ello, "más que obligar a poner vacunas yo trabajaría para que todos los padres tengan charlas prolongadas con su pediatra", concluye el Dr. Piñeiro.