No es alzhéimer todo lo que lo parece: el reto del diagnóstico en torno a los problemas de memoria
Hoy se celebra el Día Mundial de la Salud Mental
- Ni todos los problemas de memoria son demencias, ni todas las demencias son alzhéimer, pero diferenciar una pérdida de memoria irrelevante de aquella que puede suponer la manifestación inicial de esta enfermedad no siempre es fácil
- La disminución efectiva de la incidencia en países occidentales gracias a las políticas públicas de salud de los últimos 30 años nos confirma que los hábitos de vida saludables siguen siendo la mejor estrategia de prevención
La enfermedad de Alzhéimer es una patología neurodegenerativa del cerebro, y constituye la primera causa a nivel mundial de demencia -o lo que es lo mismo, de incapacidad de una persona para valerse por sí misma-, ya que provoca problemas progresivos y acumulativos en las funciones del cerebro que conducen a la pérdida de las capacidades y, finalmente, de la identidad de uno mismo.
Su causa no es del todo conocida, y sabemos que la edad avanzada y el sexo femenino son dos de sus factores de riesgo más importantes. El análisis de cerebros con la enfermedad revela por su parte que hay pérdida de neuronas y una disminución de la densidad de contactos entre las que quedan, además de un acúmulo de dos proteínas de nombre ya famoso: la proteína amiloide y la proteína TAU.
Sin embargo, existen algunos mitos alrededor del alzhéimer, como de tantas otras patologías, que conviene desterrar, el más importante de los cuales es el que lo asocia de manera automática con la pérdida de memoria, tal y como explica el Dr. José Fernández-Ferro, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario General de Villalba, integrado en la red pública madrileña (Sermas) -y de los hospitales universitarios Rey Juan Carlos e Infanta Elena-, quien es tajante a la hora de despejar confusiones: "Ni todos los problemas de memoria son demencias, ni todas las demencias son alzhéimer". "De hecho, estamos analizando actualmente qué proporción de casos que consultan por problemas de rendimiento cognitivo resultan finalmente en un diagnóstico de demencia, y la proporción es realmente baja", asegura, apuntando que "la exigente dinámica del mundo moderno en el que nuestra atención ha cobrado valor comercial, y donde existe un exceso de información difícil de manejar, ha exacerbado estos temores".
Memoria, demencia y alzhéimer
Y es que el repertorio de síntomas que pueden apuntar a la enfermedad es tan variado como las funciones que alberga el cerebro: problemas de planificación u organización de tareas sencillas, dificultades en el desarrollo de otras ya aprendidas, comprensión de frases o elaboración y expresión correcta de una idea, orientación en el espacio y/o en el tiempo de forma persistente, reconocimiento adecuado de caras o de objetos y de su utilidad, y mostrar un comportamiento inadecuado a la situación en la que estamos, por poner algunos ejemplos. En las primeras fases de la enfermedad de Alzhéimer, hay dos síntomas muy frecuentes que, sin embargo, no se relacionan tanto con la patología como los problemas de memoria. Uno es la falta de conciencia de los déficits (o la evasión de situaciones que los evidencien); el otro son los problemas afectivos, como los cambios de humor, la depresión y la ansiedad no explicada por otras situaciones.
Por todo ello, diferenciar una pérdida de memoria irrelevante de una que puede llevar a un diagnóstico de alzhéimer es, cuando menos, complicado. En ese sentido, una vez descartadas las causas tratables, el neurólogo se enfrenta a las causas primarias de demencia; aunque, apunta el Dr. Fernández-Ferro, "que el problema de la memoria provenga del cerebro, no quiere decir que se deba a una demencia". Así, se atreve a sugerir tres claves para distinguir un problema de otro:
- La edad y la vida entorno al paciente. "Los problemas de memoria en un varón de 55 años, autónomo, en pleno desarrollo laboral, que acude sólo a la consulta preocupado porque retiene peor las cosas y se expresa peor que hace un año; son mucho menos sugerentes de alzhéimer que los de una mujer de 72 años, jubilada, que ha tenido que irse a vivir con su hija, con quién acude a consulta, por problemas con la organización de su propia casa y que repite una y otra vez las mismas preguntas por incapacidad para recordar prácticamente nada", apunta el jefe del Servicio de Neurología del hospital villalbino.
- Muchas consultas por problemas de memoria que no suelen apuntar a un alzhéimer se explican por problemas en dos funciones cerebrales necesarias para la correcta formación de la memoria: la atención y la concentración. A menudo vemos estas consultas en edades medias de la vida, y con frecuencia detrás de estos problemas subyace un problema afectivo (ansiedad, estrés y/o depresión). "En estos casos -continua-, es frecuente que los problemas no surjan tanto en el trabajo, donde consiguen un nivel de atención adecuado por la propia presión laboral, sino en ambientes domésticos y sociales amistosos, donde el nivel de activación cae de forma natural".
- Por último, hay pacientes que consultan por problemas de memoria, pero en realidad tienen un problema del procesamiento de la información. Su memoria está intacta, pero cuando necesitan acceder a la información almacenada y usarla, tienen dificultades. "Un paciente con enfermedad de Alzhéimer raramente podrá recuperar un recuerdo, por más intentos y pistas que le demos; mientras que, en estos casos, con mayor o menor dificultad para evocar o recuperar la información, pueden tener acceso a ella y termina saliendo si nos empeñamos", añade el neurólogo.
La revolución en el diagnóstico
"Sin embargo, no es fácil realizar estas distinciones y, por ello, necesitamos apoyarnos con frecuencia en estudios neuropsicológicos que nos definan bien el perfil y las áreas de los déficits cerebrales, entre otras herramientas", especifica el Dr. Fernández Ferro. A este respecto, se realizan dos tipos de estudios ante un paciente con una sospecha de alzhéimer: los "estudios en negativo", para descartar problemas estructurales del cerebro u otros sistémicos que pueden justificar las dificultades (como el TAC, la resonancia magnética cerebral o los análisis de sangre); y, desde hace unos 15 años, los llamados "estudios en positivo", dirigidos a demostrar el proceso neurodegenerativo, como el PET cerebral o la medición directa de proteínas en el sistema nervioso central. "A pesar de ello, el desafío sigue siendo encontrar tratamientos más efectivos en esas fases tempranas de la enfermedad" destaca el especialista.
Y es que, si bien aún queda mucho por descubrir de la enfermedad de Alzheimer, no es poco lo avanzado, y desde los años 80 la percepción y comprensión de esta ha dado giros importantes, llevando a la sociedad a una visión más amplia y matizada de esta condición.
En la vanguardia de estos avances está la ya efectiva disminución de la incidencia en países occidentales, resultado con total probabilidad de políticas de salud pública estratégicas enfocadas en el control de la hipertensión y el colesterol y en la lucha contra el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol.
Prevención y estilo de vida
Una línea argumental en la que el Dr. Fernández-Ferro ahonda: "No podemos ignorar el papel fundamental que desempeñan los hábitos de vida en la prevención del alzhéimer", como lo demuestran investigaciones recientes que han identificado hasta 21 factores sociosanitarios vinculados al desarrollo de la enfermedad, entre los que destacan el nivel educativo, la actividad cognitiva previa, el índice de masa corporal en edades avanzadas, la sordera, la depresión, niveles elevados de estrés, traumatismos craneales, diabetes mellitus y tensión arterial alta.
Y es que "la evolución en nuestra comprensión de la enfermedad de Alzhéimer es fruto de la dedicación y esfuerzo colaborativo de la comunidad médica, investigadores y sociedad; y cuanto más entendemos sobre ella, más debemos subrayar que un estilo de vida activo y optimista es la mejor herramienta en su prevención, y la prevención es a día de hoy, la clave", concluye el neurólogo.